NO CONFUNDIR AL ENEMIGO

NO CONFUNDIR AL ENEMIGO

Era niño. Entramos al colegio Manuel Lucero, en Alta Córdoba, junto a mis compañeras y compañeros a las 7.15. Una hora y media después nos enviaron a casa. Nos alegramos pues la primera hora de los miércoles era con la “vieja” de Caligrafía, un embole.

Al llegar al hogar, advertí el ambiente de miedo.
Era la mañana del 24 de marzo de 1976.

Días después secuestraron a mi primo, estudiante de Medicina y peronista. Meses más tarde, paramilitares (vestidos como civiles) entraron a casa, nos apuntaron con armas largas (hasta a mi hermanita de dos años) y se llevaron a mi papá, empleado ferroviario. El volvió. Nos mudamos.

Dictadores

Era niño. Con la dictadura aprendí del peor modo la angustia, ansiedad, el miedo.

Cuarenta y cuatro años después los horrendos fantasmas regresan.

Ahora no en la forma de esbirros de la dictadura, sino como tarados transgresores, irresponsables egoístas, individualistas, cinicos, delincuentes sociales, estúpidos asesinos seriales. Dictadores de poca monta, pero dictadores al fin.

El enemigo no es el otro. El enemigo es el virus. Y se lo derrota con la solidaridad. Del pueblo, con militares ayudando.

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