11/07/2017 | Noticia de Salta
Categorías: DESTACADAS | Relatos Criminales
Ni sicarios contratados ni amantes sicópatas.
Son de la zona, jóvenes, clase media, hacen changas, adictos a las drogas. De lejos, conocían a la señora. Querían robarle y se fueron al carajo. Familiares los protegieron y mandaron a otras provincias. Las nenas y el esposo marcan el camino de la Justicia.
Como en ningún otro género, los periodistas que hacen “policiales” revelan su valía profesional, ética, moral y personalidad. En el ejercicio del periodismo político, cultural, deportivo, conseguir información es sencillo. Hacen fila para hablar. En el territorio del crimen, no hay nadie que diga algo creíble. Quien no calla, engaña. Ardua es la investigación periodística. Sobretodo para salvar a la víctima y su familia.
Pero para llenar páginas o espacios mediáticos, basta darle crédito a rumores, chismes, desvaríos y perversidades. Y escribir o hablar en verbo potencial. Sin datos ciertos.
El 27 de enero de 2017, Jimena Beatriz Salas, de 44 años, fue asesinada por decenas de puñaladas dentro de su casa del barrio San Nicolás, de Vaqueros. Sus hijas mellizas, de 3 años, habían sido encerradas en un baño. El esposo de Jimena, Nicolás Cajal, encontró la escena del horror
El escape de la tortuga
Casi seis meses después del brutal asesinato, el Ministerio Público “Al servicio del Pueblo de Salta”, dispuso que dos fiscales – Pablo Paz y Rodrigo González- aceleren la investigación. Esto fue luego del reclamo público del esposo de Jimena.
Su silencio tras el homicidio de su pareja fue interpretado por medios amarillistas como prueba de su complicidad en el crimen. Nicolás, prudentemente, contó en Cuarto Poder (http://www.cuartopodersalta.com.ar/en-el-nombre-de-la-familia/) que “con los medios adecuados la justicia podría hacer más, adelantar los tiempos y trabajar información que a esta altura debería estar procesada pero no lo está”
Los buenos investigadores policiales saben que en un crimen todos son sospechosos. Y así – si cuentan con apoyo judicial- van abriéndose camino. Pero no lo divulgan. En cambio, ensuciando, algunos medios publicaron rumores de que Cajal era el femicida. O que el asesino era un ex compañero de la secundaria.
“Éramos una familia normal, trabajadora. Mi mujer cuidaba a nuestras hijas las 24 horas. Se dedicaba a ellas un cien por ciento. No tengo sospechas de nadie ni de nada y tampoco ningún motivo para pensar en alguien que haya podido hacer algo tan terrible como esto”, dijo el viudo.
Los viejos policías lo dicen y los delincuentes lo saben. Cuando se quiere, todo se descubre.
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