16/11/2019 | Noticia de Urbi et Orbi
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Bolivia / El imperdonable atrevimiento de un presidente indio
Líder en crecimiento económico, inflación anual del 1,5%, bonanza empresaria, bienestar de la población, disminución record de la pobreza, industrialización de la energía. Estos logros de Bolivia, realizados en los últimos 13 años, parecen contradictorios con un gobierno exiliado y el temor a la guerra civil. En realidad, junto al desprecio racial, se trata de la disputa por el control de recursos estratégicos.
En Estados Unidos, militares, policías y agentes federales juran defender la Constitución, la democracia y la subordinación a los gobernantes, legisladores y jueces. Por este juramento, jamás un jefe policíal o militar desafió con sus armas a un representante público y es impensable tal afrenta.
El domingo 10 de noviembre, las Fuerzas Armadas y la Policía le pidieron la renuncia al presidente Evo Morales, con mandato hasta el 22 de enero de 2020. El mandatario boliviano había anunciado por la mañana que convocaría a "nuevas elecciones nacionales que, mediante el voto, permitan al pueblo boliviano elegir democráticamente nuevas autoridades". Ante el desacato militar y policial, Morales anunció su renuncia.
La decisión obedeció a la violencia, expresada por ejemplo en el secuestro del presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda, quien junto a su hermano fueron atados a un árbol y obligados a renunciar. La alcadesa Patricia Arce Guzmán, jefa comunal del municipio de Vinto, fue secuestrada, le cortaron el pelo y la obligaron a caminar descalza y la bañaron en pintura. Grupos de sicarios recorrieron con armas las calles, amenazando a los campesinos al grito de “mueran los indios”. Periodistas tuvieron que abandonar sus puestos de trabajo, al ser amenazados.
Latinoamérica regresaba al pasado, cuando cualquier militar derrocaba a un Gobierno legítimo en nombre de la libertad o la democracia.
La Cámara de Diputados y el Senado de la Argentina declaró su repudio al “golpe de Estado”. Horas antes hizo lo mismo Diputados de Salta, una provincia con fuertes vínculos con Bolivia. El legislador Lucas Godoy sostuvo: “Cuando el ejército le sugiere a un presidente renunciar es un golpe de Estado”
Diabólica alianza
“Metal del diablo“ es la novela del periodista, escritor y político boliviano Augusto Céspedes Patzi, publicada en 1946, que describe, bajo el nombre ficticio de Zenón Omonte, al empresario minero Simón Patiño, el “rey del estaño”. La obra retrata a un explotador, cínico potentado, manipulador de los diferentes gobiernos de turno, y el negociador y único beneficiado en los tratos con las potencias.
“Metal del diablo“ demostró la vinculación de empresarios sin patria, gobiernos conservadores, naciones extranjeras, para manejar inescrupulosamente la riqueza de Bolivia a favor de algunos pocos.
Desde que asumió la presidencia, en 2006, Evo Morales personificó la contracara de aquel personaje. Construyó, a partir de las nacionalizaciones de los recursos de la tierra boliviana, un paradigma de acumulación estatal con redistribución popular. En septiembre de 2019 anunció al mundo que Bolivia, con el mineral clave para la energía (en celulares o satélites) fabricaba baterias de litio y automóviles alimentados con éstas.
Así lo interpretó también el ex presidente de Uruguay, José Mujica. El uruguayo sostuvo que detrás del quiebre del Estado de Derecho en Bolivia, que forzó la salida del poder del presidente Evo Morales podría encontrarse el interés de los poderosos por el litio.
El control
Desde la cultura Tiwanaku, sólo a partir de 1520 el pueblo de la actual Bolivia conoció la maldición. La tierra guarda en su interior ricos minerales, tales como la plata que desguasaron Potosí para enriquecer las cortes europeas, luego el estaño y en ahora el gas y el litio. Los datos son incuestionables: tanta riqueza fue a las manos extranjeras y unas pocas minorías locales. El pueblo se encontraba en la absoluta pobreza.
Las cifras oficiales muestran que entre 2006 y 2018 la pobreza extrema en Bolivia se redujo del 38,2% al 15,2% de la población, en tanto que la pobreza moderada bajó de 60,6% a 34,6%. En ambos casos, son las tasas de disminución más altas del continente. Con 1,5% de inflación anual. Esto se logró con la nacionalización de los recursos naturales. Desde entonces, las ganancias fueron redistribuidas popularmente.
Demasiado atrevimiento por parte de un presidente indio.
Fuente de la Información: Diario Punto Uno
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