EL PODER DE LA HUMILDAD

EL PODER DE LA HUMILDAD

Una mañana de marzo de 2013, Jorge tomaba mates en una villa miseria, junto a unos pibes exadictos, cuando escuchó en la televisión que el papa había renunciado. Días después fue consagrado líder de los cristianos católicos.

 

(PORTADA: EL ARZOBISPO VIAJANDO EN EL SUBTE)

 

Pese a su sencillez, el cura era arzobispo de Buenos Aires y cardenal. El primer cargo es (con perdón de la comparación) equivalente a un presidente. El segundo, decide el destino de la iglesia católica.

Sobran dedos de una mano para mencionar algún jefe de Estado que compartan cotidianidades con personas del pueblo. Sin custodia ni guardaespaldas.

El argentino Jorge Bergoglio no usaba auto o camioneta para viajar. Para moverse se subía a los colectivos, trenes o el subte (metro) Pese a que la alta investidura le permitía disponer de un vehículo exclusivo con chofer, cuando fue nombrado arzobispo (entre 1998 y 2013) continuó usando el transporte público.

En Roma, de igual modo llegó a la magnífica basílica de San Pedro. De allí salió como papa.

Francisco, el líder más compasivo y lúcido del mundo.

 

Encuentro

“¿Jesucristo atendía sentado detrás de un escritorio? ¿Había que pedirle cita? ¡No!; el Señor iba al encuentro de los humildes…”, dijo el papa en una misa en el Vaticano.

José María Di Paola, el “padre Pepe”, amigo de Francisco, contó: “Él vino a las villas, a ver de cerca y escuchar sufrimientos, necesidades, a enfrentarse a los narcos”. Era el arzobispo dando misa en la parroquia villera y denunciando a los destrozadores de chicos y familias. Luego, era la única autoridad almorzando o mateando con la gente.

Valiente y cercano, sin estar haciendo campaña para ser votado para un cargo público.

El padre Nacho, otro cura villero, sostuvo: “Jesús andaba entre los pobres, los olvidados, enfermos, descartados. Igual que Jorge Bergoglio. Humilde y poderoso como Jesucristo”

 

PADRE PEPE Y MURAL EN LA VILLA

Amor

Tras ser elegido como papa, el argentino eligió llamarse Francisco. Como el santo de Asís. Quien se maravilló de que el Hijo de Dios hecho hombre, en lugar de nacer en el seno de una poderosa familia gobernante, abrió sus ojos en una cuna de pasto entre vacas y ovejas.

San Francisco de Asís describió que Dios, el creador, todopoderoso, se hizo pequeño, indigente, naciendo en la pobreza, sufriendo el frío y el hambre, hasta morir desnudo en la cruz. Por un infinito, inédito amor al ser humano, para salvarlo.

Este es el relato cristiano, creído por fe. Ateos, agnósticos, judíos, musulmanes, budistas, hindúes, lo consideran fábula o engaño.

Paradójicamente, a Francisco ya se le puede adjudicar un milagro: ateos, agnósticos, judíos, musulmanes, budistas, protestantes lamentan su muerte. “Si, por supuesto que lloré por la muerte de Francisco, el papa argentino”, me contó mi amiga. Intelectual, de izquierda, atea.

Y agregó: “un ejemplo y camino revolucionario”

 

ESCLAVOS

“Acercarse a los pobres libera el corazón, abre los horizontes, permite entrar en relación de un modo nuevo con la vida, más allá de cualquier medida o cálculo. Nos muestra cómo el apegarse a los bienes y poner la esperanza en lo que se posee, hace esclavo al corazón del hombre y lo entristece, atrapándolo en una codicia que lo consume”. Francisco

 

 

GRANDEZA POLÍTICA

“Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común”, dijo. a los líderes de occidente (entre ellos Javier Milei) que lo escuchaban en el marco del G7 que se celebró en Roma en junio del 2024.

 

EXADICTO

AMOR AL PRÓJIMO

A eso de las 7 de la mañana, el viejo, un jubilado, extrajo del cajero automático la mitad de su mínima jubilación. Puso el dinero en el gastado sobre, entre la boleta de la luz y la receta médica para el corazón. Para las otras cuentas no le alcanzaría, como tampoco comprar los medicamentos necesarios por la artrosis y prostatitis. Le quedaban casi cien mil pesos para comer pobremente durante diez días.

Lo rodearon tres trasnochados, alcoholizados. Dos trompadas en la cara y otra en el estómago bastaron para tirarlo al suelo. Los desalmados sacaron el dinero del sobre, dejando tiradas en la vereda factura y receta. Y huyeron.

El violento asalto fue observado por dos hombres que llegaban al cajero. Uno era un empresario y el otro un mediático funcionario político. Miraron al viejo despatarrado en el suelo, el rostro ensangrentado, gimiendo dolorido. Extrajeron dinero y se marcharon rápidamente.

A los pocos minutos arribó al cajero un joven. Conmovido ante el cuerpo derribado, se arrodilló para ayudarlo. Estudiante de Medicina, constató que las heridas eran superficiales, pero que el jubilado se encontraba conmocionado. Tranquilizándolo, limpió su cara, lo levantó cuidadosamente y llevó hasta un hotel cercano. Pagó dos días de alojamiento, con cuatro comidas incluidas. Había recogido el sobre, la factura de la luz y la receta. Colocó en el primero doscientos mil pesos y se llevó los papeles. Pagó la deuda, compró el remedio y regresó para dejar todo en la mesa de luz.

Esta historia, real, parece una actualización contemporánea del libro de San Lucas (Capítulo 10, versículos 29 a-37)

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