NOBLEZA EN LA VICTORIA

NOBLEZA EN LA VICTORIA

En lo poco que dura un partido de fútbol, además de ganar o perder, se demuestran almas. De personas y equipo. Gimnasia y Tiro está en Primera. Tal vez un gesto explica como se gana.

 

El Albo mostró superioridad física, mental y moral. Jugando en La Rioja, la noche del domingo 3 de diciembre. Ante Douglas Haig. Llegó a la Primera, luego de la maratón anual del campeonato de ascenso.

Jugaron como si fuera ajedrez. Hasta que hubo un descuido y lo dejaron solo en el área al infalible delantero Nicolás Johansen. Fue su gol a los 34 minutos.

Los salteños se repusieron de inmediato. Cuatro minutos después, Ignacio Sanabria empató. Sin embargo, al dominio en la cancha, le faltó otro tanto.

El ganador se definiría en los dramáticos y azarosos penales. Hasta una parte del arco se rompió. Tras un tiro errado por el equipo de Pergamino, y otro atajado por el arquero albo Federico Abadía, la ventaja era para los salteños.

Era el turno de los bonaerenses. En el estadio riojano, en gran parte de Salta, en un pueblito de Buenos Aires, se rezaba y hacía fuerza por el arquero de Gimnasia y Tiro.

 

Grandote el corazón

Federico Abadía tiene 25 años y nació en Roberts, un pueblo de poco menos de cinco mil habitantes en el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Un arquero y un pateador frente a frente, en quienes confluyeron sueños y miedos de pueblos. Destreza, azar, ángeles, oraciones, concentrados en dos hombres.

Abadía se agazapó en la mitad del arco. Agustín Osinaga se plantó casi siete metros detrás de la pelota. Hizo una mediana carrera, pateó con su derecha, hacia la izquierda del arquero. Federico se estiró y atajó.

Luego de 23 años, la estupenda atajada logró que Gimnasia y Tiro vuelva a la Primera Nacional del fútbol. Abrazos, lágrimas, felicidad, en la cancha, en el estadio, en el club de la Vicente López, en Salta, en Roberts.

En el medio del arco, Abadía festejando

Todos los jugadores arrojándose alegres sobre Abadía.

Pero el grandote lo vio a Osinaga, llorando. Entonces, se desprendió de sus colegas y trotó, solo, hacia el jugador de Pergamino

Fue a consolarlo. Un viril abrazo, una mano de cariño. Grandeza en la fiesta. Nobleza en la victoria.

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