ROMANCE BENDITO

ROMANCE BENDITO

Él enamorado. Ella, amada, acariciada. La pelota vuela potente, delicada, indescifrable. Y el amor se hace gol.

 

Lionel lleva la redonda suavemente recostada al costado de su cintura y la celeste y blanca. La toma entre sus manos con tierna firmeza para que bese el verde. Leo busca que ella esté cómoda, a centímetros de la media luna. Veintiún metros los separan del arco.

Allí está el arquero de Ecuador, Hernán Galíndez. En realidad, el grandote es rosarino, de la misma edad que Messi. Fueron vecinos y rivales, cuando tenían once años. Lionel mira el destino. Seis ecuatorianos se colocan delante, desafiando el romance. Otros cuatro están cerca.

 

 

La pelota confía. Leo se aleja tres zancadas. Y avanza, iniciando una increíble unión entre física y poesía. El lado interno de la zurda genial, apenitas levantado el botín, acaricia de chanfle a su novia. Con potencia y gracia; con delicadeza, vigor y precisión.

Ella sale, se eleva superando el salto de los defensores, visiblemente más arriba de los 2.44 metros del travesaño, yendo hacia afuera del poste derecho. Haciendo creer que el disparo salió desviado. El portero, en menos de un segundo fatal, se confía.

Desde el cielo estalla la belleza, aplauden ángeles ante la maravilla desbordada. La pelota responde amorosa al pie de Lionel. Danza sutilmente en el aire, desciende, gira hacia la red.

Y jadeando sonríe, convertida en un golazo.

 

En la cancha, en las tribunas, en las calles, frente al televisor, nos inundamos en felicidad, grito, lágrimas alegres. Y el bendecido 10 argentino levanta los brazos al cielo. Sus dos índices agradecen a Dios.

 

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