Cada pétalo florecido, en pleno invierno, es como una fugaz historia bella contra la adversidad. En los barrios, alegrando.
(Portada e imágenes: Lucrecia Panigua)
Dios les dijo a los árboles que eligieran cuándo florecer para embellecer la tierra. La mayoría -amantes del sol y el calor- optó por la primavera y el verano. Pero un humilde árbol se ofreció para dar sus flores en invierno.
- Enfrentarás la sequía, vientos, fríos, heladas y nieve – advirtió el Creador.
- Si, lo sé; pero los pájaros, animales, los hombres, también necesitan en ese tiempo alegrías y colores. – aseguró el Lapacho.
A Dios le encantó la respuesta. Entonces lo dotó de fuerza y resistencia ante las adversidades; altura y coposo follaje para brindar sombra y compañía. Con flores bellas de distintos colores.
Como este maravilloso Lapacho blanco, cuyas flores parecen pororós, palomitas de maíz, pochoclos estallando en las ramas. En el barrio San Ignacio, sudeste de la ciudad de Salta.
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