Bancos enojados, altísimo riesgo país, carencia de dólares, creciente endeudamiento, fiascos legislativos, tensión e incertidumbre financiera, probables derrotas electorales. Y sospechas de corrupción mileista. Al borde de la tormenta perfecta.
“Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, expresó compungido el ministro de Economía Juan Carlos Pugliese, en abril de 1989. Honesto dirigente de la UCR, el por entonces presidente Raúl Alfonsín confió en él para contener la inflación.
Pugliese dirigió aquella frase al poder económico. Había intentado un entendimiento con el mercado, rogándoles una tregua a favor del pueblo y la gobernabilidad. Tal como el mensaje de la laureada película rusa “Moscú no cree en lágrimas” (1980), el gobierno alfonsinista y la sociedad se dieron cuenta de que los poderosos carecen de compasión y misericordia.
Nada ha cambiado. El único lenguaje tiene color verde. No de esperanza, sino de dólar.
El escándalo de las coimas dentro del gobierno de Javier Milei estalló a la par de la desconfianza del mercado respecto a la sustentabilidad del programa económico. El escenario es la fragilidad extrema. Incluso un triunfo electoral oficialista ya no garantiza estabilidad política y mucho menos económica.
Hasta los libertarios más optimistas asumen que resulta quimérico aplastar al peronismo, la entrada de dólares, que esta moneda no supere los $ 1.400, y la inflación sea menor al 2 por ciento. Y está archivada la promesa de libertad económica, con la desaparición del Banco Central. Hoy, éste interviene más que en épocas kirchneristas.
La política fiscal significó un ajuste inédito y brutal en la inversión y gasto social. Con apoyo de muchos gobernadores y legisladores provenientes del peronismo y el radicalismo. Paradójicamente, se redujeron impuestos a los más ricos, desde bienes personales a retenciones.
De tal modo se resintieron o aniquilaron funciones elementales del Estado. Dejando sin plata la infraestructura básica y apropiándose de recursos legales de las provincias.

Banderas
Milei -y su partido político La Libertad Avanza – llegó a la presidencia con el apoyo mayoritario a dos de sus principales banderas: terminar con la inflación y “la casta política corrupta”.
Aunque se ganen todas las elecciones (Corrientes, Buenos Aires, Nación), desde el FMI a los voceros del mercado dicen que son inevitables el aumento del dólar y la devaluación. Perdiendo, será lo mismo. Entonces caerá la bandera del éxito en la lucha antiinflacionaria y la estabilidad macroeconómica.
La otra bandera, la lucha contra la corrupción, está hecha trizas con el caso de las coimas y Karina Milei. Según la denuncia, la secretaria general del gobierno y hermana del presidente cobraba el 3 % de las maniobras. Alrededor de 800 mil dólares mensuales. Casi mil cien millones pesos ($1.088.000.000) por mes.
DESCONFIANZA
Con los votos de las mayorías, Javier Milei llegó a la presidencia. El mercado internacional y local lo apoyó, viendo que el exótico personaje ofrecía la posibilidad de destruir el Estado con apoyo popular.
Los capitales no hacen nada por amor. Ahora le estarían soltando la mano a Milei. Evalúan que invertir en Argentina es carísimo en dólares. Y advierten, de acuerdo al alza del riesgo país, el constante endeudamiento e incapacidad de pago.




















