“Crece desde el pie, la fogata / Crecen los mejores amores / Crece desde el pueblo, el futuro / Después de la noche, la aurora…” (Alfredo Zitarrosa)
En toda confrontación, quebrar la moral del adversario es medio triunfo. La sentencia contra la expresidenta —seis años de prisión e inhabilitación perpetua— fue recibida con aplausos por buena parte de la sociedad. Pero pronto la decisión judicial quedó en segundo plano.
Al menos hasta el momento, moral y espiritualmente la presa y un creciente respaldo popular parecen angustiar a sus carceleros. Tanto puede desencadenar un terremoto político, social y económico de imprevisibles consecuencias. O ser sólo una efervescencia pasajera.
Muchos en el oficialismo libertario, la justicia, los grandes medios y los poderosos del mercado comparten el mismo temor: que la condena a Cristina Fernández de Kirchner no sea su final político, sino el origen de una nueva épica social.
Lo que debía ser el cierre de un ciclo político, podría ser su renacimiento. En lugar de doblegar al peronismo, la condena parece haber encendido energías dormidas. Reactivó la posibilidad de una unidad amplia: el PJ, parte de la oposición, movimientos sociales y hasta sectores de la izquierda, confluyendo frente al mileísmo.
Desde entonces, en el gobierno se respira más ansiedad que euforia. Ya no cuentan con su principal contrincante electoral. Y la polarización ya no depende de la voluntad oficial, sino del humor social. Como bien se dice en el campo: “nadie tiene la vaca atada”
Incertidumbres
Entre los libertarios crece el temor de que la polarización con el peronismo y la oposición adquiera ribetes extremos. Hasta hace poco, creían tener asegurado tanto el control de la calle como el apoyo mayoritario. Pero las movilizaciones, piquetes y reacomodamientos políticos ahora ponen en jaque esas certezas.
Ahora, el gobierno queda exigido. Debe demostrar que su plan económico puede traducirse en bienestar real. Y que el ajuste, más allá del dolor social, tiene sentido.
La historia argentina está hecha de vuelcos abruptos. En 2011, Cristina obtuvo el 54,11% de los votos: el mayor respaldo electoral desde 1973. Una década después, para muchos, se convirtió en villana.
Hoy, condenada, podría volver a crecer. No por la nostalgia, sino como símbolo de resistencia ante una justicia cuestionada, medios hegemónicos y el antiperonismo.
Su figura presa podría ser más poderosa que en libertad. El gobierno enfrenta un problema inédito: Cristina presa, pero en ascenso simbólico. Junto a una sociedad en tensión, con demandas urgentes y la posibilidad de un frente opositor renovado.

Incógnitas
Sorpresivamente, la izquierda trotskista repudió la condena. El Partido Obrero y el PTS se expresaron por primera vez en solidaridad con Cristina, señalando una “proscripción”. También se sumaron a movilizaciones.
La condena, además, precipitó la unidad de las bases peronistas. Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, lo advirtió. Y alentó la articulación de luchas callejeras con proyectos compartidos entre Juan Grabois, Máximo Kirchner, Axel Kicillof, Sergio Massa, y la izquierda.
Tal vez, la demostración de fuerza comenzó el miércoles 18 de junio, con una Plaza de Mayo desbordada. Asomando inédita entre una sociedad sufrida pero indiferente; con identidades difusas, símbolos desconocidos por las nuevas generaciones, un liderazgo cuestionado y la ausencia de un programa superador.

Desde la condena, algunos imaginan la construcción de un nuevo frente nacional. Peronismo, parte del radicalismo, socialistas, conservadores y sectores de izquierda. Suena extraño y quimérico. Pero en Argentina, para bien o para mal, todo es posible.
O sólo fue una gran marcha y nada más. Nadie puede asegurar la recuperación de la mística perdida, el alumbramiento de un cambio de época, el resurgimiento de una patria justa, libre y soberana.
“CRECE DESDE EL PIE”
“Crece desde el pie, la fogata / Crecen los mejores amores/ Crece desde el pueblo, el futuro/ Después de la noche, la aurora / Crece desde el pie”
Alfredo Zitarrosa