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Los amigos se decían “¡Meta! ¡Nos vemos en El Farito”! Y compartían con poetas, políticos, periodistas, laburantes, empanadas y vino salteño.

 

PORTADA: “EL CUCHI NO SE PIERDE NINGÚN ATARDECER” BUSTO DEL CUCHI LEGUIZAMÓN. IMAGEN DE LUCRECIA PANIGUA

 

Mucho más que nostalgia. Antes, sin WhatsApp, algunos bohemios señalaban que El Farito era su “oficina”.

Allí, bajo la antigua recova, entre mesas entreveradas, jugosas empanadas bajadas con jarras de pingüinos desparramaban amistades, charlas, bromas, romances, confesiones y delirios.

Los sábados al mediodía era contemplar un encantador ritual. Changos y changuitas dando vueltas, una y otra vez, la plaza Nueve de Julio. Ellas, en un sentido, coquetas en grupitos, riéndose, ignorando forzadamente las miradas de ellos. Quienes caminaban del otro lado del reloj.

Algunos debemos haber recorrido cientos de kilómetros hasta obtener alguna fugaz mirada cómplice de la salteñita que nos desvelaba.

Infaltables

Por razones inmobiliarias, en 2016 cerró “El Farito”, la empanadería emblemática de la ciudad de Salta. Existió por casi medio siglo. Para la mayoría, en donde se disfrutaban las mejores empanadas salteñas. Algunos diferían como críticos gourmet, pero compartían.

Seguramente la privilegiada ubicación, en la calle Caseros casi esquina Buenos Aires, frente a la plaza, “El Farito”, convocaba. También los precios: un vaso grande de tinto regional con tres empanadas costaba – en valores actuales –más o menos dos dólares.

Así, el humilde local de don Dito Herrera se convirtió en un imán que atrajo.

DITO HERRERA, DUEÑO DE EL FARITO

“Venían Los Fronterizos, los Saravia de Los Chalchaleros, Pantaleón de los Cantores del Alba, Tutu Campos” contó el dueño. “E infaltables, Cuchi y Castilla”. Ni más ni menos que los entrañables amigos: el exquisito músico Gustavo Leguizamón; y el eximio poeta Manuel José Castilla. Ellos, quienes juntos crearon inmortales bellezas como “La Pomeña”, “Balderrama”, “Zamba de Lozano”, “La arenosa”.

Así como se tapó el canal a orillitas de Balderrama, El Farito se apagó.

Más allá de recuerdos y nostalgias, las redes sociales y bonitos locales no han logrado igualar mágicos encuentros.

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