Durante los primeros cinco meses de 2025 viajaron al exterior 6.710.667 argentinos. Y llegaron a la Argentina 2.380.640 extranjeros.
(FOTO PORTADA: ARGENTINOS EN MIAMI)
Aunque parezca que sucedió hace mucho tiempo, en una dorada época lejana, mencionada con nostalgia, el turismo fue una pujante y movilizadora actividad socio económica. Casi a la par, en ingresos, con la agroindustria y energía.
Hace nueve años, 6.668.000 de turistas visitaron Argentina. En 2025, llegaron 2.380.640 extranjeros. O sea, el turismo receptivo disminuyó más de tres veces.
Analizando las cifras oficiales, este año el mayor drenaje de dólares fue en turismo. Los gastos por viajes al exterior significaron US$ 4.923 millones. Por el contrario, los turistas extranjeros dejaron en Argentina US$ 1.459 millones.
Al comparar los valores del turismo emisivo y receptivo, hay un déficit de 4.330.027 turistas. Con un rojo de casi 3.500 millones de dólares.

Atraer con experiencias
Para el turismo internacional, hoy la Argentina es cara. Viajeros europeos o norteamericanos consideran la sureña tierra un destino exótico. Hace años también lo era, pero barata.

En la actualidad, si de exotismo se trata, un hotel 3 estrellas en Tailandia cuesta menos que uno similar en Buenos Aires o Salta. Y en la nación asiática la infraestructura y servicios son algo superiores.
El modelo económico del gobierno nacional contribuye a que los argentinos se vayan y los extranjeros no vengan. Esto, al menos hasta las elecciones presidenciales de 2027, no parece modificable.
Sin embargo, para los responsables turísticos, hoteleros, gastronómicos, una posibilidad es la creatividad y decencia en la oferta. El turismo es un negocio basado en la experiencia personal. Sentir y vivir momentos únicos, inolvidables. Ser atraídos por encantos seductores.

Empresarios turísticos, hoteleros y gastronómicos de Madrid o París, por ejemplo, aunque sean ciudades milenarias conocidas como la popular gaseosa norteamericana, cuentan en sitios web y redes sociales secretos de los callos madrileños o el café donde escribía Flaubert.
De toda crisis se sale creando.