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La política, idealmente, busca el bien común. Gobernar con moralidad. Distinguiendo entre lo correcto y lo incorrecto, para beneficio de los gobernados. Poder y codicia dan lugar a la corrupción.

 

“El fin justifica los medios” es la frase más conocida y erróneamente usada por inescrupulosos que citan a “El Príncipe”, la obra de Nicolás Maquiavelo.

Ignoran o desechan -desde su propia ideología amoral e individualista – que el por entonces ninguneado escritor y filósofo italiano argumentó que la política se regía por una ética de la responsabilidad social. Maquiavelo construyó, preso, un monumental documento de reflexión y acción para los poderosos, sean gobernantes, jueces o magnates.

Para defender y consolidar al Estado, al gobierno y al pueblo.

“El verdadero modo de llegar al paraíso es aprender del camino del infierno, para eludirlo”, escribió el ferviente cristiano Maquiavelo. Refiriéndose que ante los “descarados y perversos” ladrones, el gobernante honesto debía gobernar para la gente decente. Combatiendo astutamente contra el abuso y la corrupción de los enemigos inmorales.

El Estado tiene su propia lógica. Contra los adversarios, la política escasa relación tiene con la moral. El italiano describió que, ante ellos, el sutil engaño era un arma.

Asimismo, Maquiavelo expuso que el pueblo es voluble y fácilmente influenciable por los acontecimientos del momento. Por tanto, cualquier gobernante que confíe en la aprobación popular está expuesto a una inestabilidad permanente, Si hoy es aplaudido, mañana puede ser condenado con igual fervor.

 

“El Padrino”

Históricamente, escasos son los gobernantes que salieron honestamente de sus gestiones. Poder y codicia ganan las almas y dan lugar a la corrupción. Se convierten en amables monstruos.

Tal vez, al comienzo, con aparentes nobles fines. Como proteger a la familia, garantizarles seguridad y bienestar a las próximas generaciones.

Así lo refleja estupendamente la trilogía cinematográfica “El Padrino” (The Godfather), escrita por Mario Puzo, dirigida por Francis Ford Coppola, con las inmortales actuaciones de Marlon Brando y Al Pacino. Mostrando hasta dónde puede llegar la ambición, la codicia, la búsqueda de poder.

Don Vito Corleone le expresa crudamente a su hijo Michael su visión y misión en el mundo y el deber con la familia. Consignas muy semejantes a las que se enseñan en escuelas de negocios y practican en empresas. En un mundo dominado por los poderosos que manejan a su antojo los hilos, para no ser controlado hay que tener poder, dinero. Y para obtenerlo, hay que ser impiadoso.

Don Vito se hizo mafioso para proteger a su familia. Diciendo: “No es personal, son solo negocios”

Cualquier similitud con la realidad actual, es causal coincidencia.

 

 

 

 

 

 

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